Como cuestión previa, querría definir un poco más los términos del tema, porque se habla de cultura, de minorías, etc. y me parece importante evitar algunos malentendidos. Primero, y eso es un punto de partida muy común, todos sabemos que los problemas se transforman o se vuelven más agudos a partir del momento en el cual existe más o existe menos el cuadro del Estado Nación como sitio en el cual las realidades políticas, económicas, sociales y militares se unen. No digo que desaparecen los Estados-Nación, porque no es cierto. Creo que, en muchos casos, se crean de nuevos y, a la vez, es obvio que entre los ya existentes, como Japón o Estados Unidos, no van a renunciar a ser Estados Nación.
Pero en el caso europeo la situación es más compleja y todos observamos un tipo de redistribución o de fragmentación del mundo cultural en muchas partes distintas, y por eso no creo que sea posible hablar, globalmente, de las minorías. No pretendo dar una lista completa, pero voy a indicar algunos tipos de “subculturas” que se ven, actúan, ejercen y tienen más y más influencia dentro de los Estados Nación. Primero, es evidente que Europa es una realidad. Antes de seguir hay que contestar la pregunta ¿Estamos pasando de un Estado Nación, o de una Cultura Nacional, al nivel superior, que es el nivel europeo? Creo que Europa ya es un Estado, por la importancia de la administración central, por la intervención masiva en la agricultura, etc., porque tal vez vamos a tener una política de defensa. Europa ya tiene muchos de los aspectos de un Estado. ¿Significa eso que este Estado es un Estado Nación? No creo que en la población europea haya, realmente un gran número de gente que crea en una cultura europea. Diría que la multiplicidad de los idiomas, la diversidad de las zonas religiosas, la eclosión entre partes ricas y partes pobres, la diferencia, muy importante, entre los países que tuvieron, desde hace muchos años, una historia de estados nacionales -como Gran Bretaña y Francia- y los países que se desarrollan a través de otra forma, por ejemplo, la ciudad, que es el caso italiano, que es el caso holandés, que es en gran parte el caso alemán, sin mencionar el caso español, porque el caso español es más la historia de un imperio multinacional y multicultural, que la de un Estado nacional. Si contemplamos también, la ampliación de la Unión Europea, ahora en curso, la idea de que aparezca una cultura europea me parece muy poco probable. Lo que me parece fundamental es reconocer que los elementos que estaban vinculados, unos a otros, en el ámbito de Estado nacional, ahora se van separando, y ése es, a mi parecer, el punto de partida.
Las culturas de Europa
Partiendo del nivel europeo, voy a indicar lo que estamos observando. Primero, existe una cultura popular de masas que es en su 90-95% americana. Hollywood es la segunda industria exportadora norteamericana y anda en camino de ser la primera. Todos vivimos en una cultura “norteamericana” de la que participamos voluntariamente. Hay muchas cosas norteamericanas que nos gustan y son bonitas, como las hay en España, en Catalunya o en Francia, de ahí que la expresión dominación sea del todo imprecisa. Además, nos llegan otras expresiones desde fuera y que nos gustan, como la “salsa” y otros ritmos, etc.
Otra subcultura casi tan importante, pero mucho menos organizada, es la que podemos llamar cultura femenina, es decir, que existen ahora en todos nuestros países, no solamente grupos feministas, sino corrientes femeninas, o sea, que hay temas femeninos que entran en la cultura general y van más allá de los límites del Estado Nación. Todos reconocemos una serie de valores, de orientaciones y de necesidades respecto a la representación de la mujer, la igualdad de acceso al trabajo, etc. Se trata de un universo que no es mundial, pero que tampoco es puramente occidental, ni puramente europeo.
Está, también, el tema de las minorías. Por minoría entiendo un grupo que defiende intereses, opiniones y valores específicos dentro de un mundo más amplio. En cierta manera, una minoría puede ser llamada así cuando la minoría reconoce que existe una mayoría. Tomemos un caso muy visible en nuestra época, el homosexual -gays o lesbianas-, que son, claramente, una cultura de minoría, que durante un período fue una cultura bastante cerrada, para defenderse, y que ahora está mucho más abierta y establece contactos reales con los heterosexuales, y viceversa.
Un cuarto tipo, es la cultura comunitaria. Si nos limitamos a una definición solamente religiosa o étnica, es incompleta. El tema es más complicado. En algunos casos, el aspecto de integración es fuerte. En otros no. Por ejemplo, conozco a algunos dirigentes judíos que unas veces dicen: “Soy un francés judío”; otras veces: “Soy un judío francés”; y, en otras ocasiones: “Soy un judío en Francia”. Evidentemente, las tres expresiones no son, en absoluto, sinónimas.
Quisiera añadir otros dos casos. Uno es el mantenimiento de culturas locales neotradicionalistas. Creo que cada vez tiene menos peso e importancia, porque las minorías étnicas utilizan más y más técnicas modernas, aquí no sucede como en algunos grupos religiosos de los Estados Unidos, que viven fuera de la tecnología moderna.
El segundo caso es algo que estos últimos años hemos descubierto y estamos descubriendo cada día más. Es un terreno, una área cultural, a la que me permito denominar el sexo desocializado, realmente mucho más importante de lo que pueden pensar. Los estudios realizados en colegios, con alumnos de 14, 15 y 16 años, indican que dos tercios de esos jóvenes ya habían visto películas o videos pornográficos.
Para acabar, una categoría que no he expuesto en esta lista. Y la palabra que voy a emplear es “gueto”. En el momento actual, hablando de manera un poco ingenua, en Europa no hay guetos. La noción de gueto es una opción, aparte de su tradición histórica, es una opción norteamericana. En los Estados Unidos los hay. Son territorios en los cuales es difícil que pueda entrar la gente que no pertenece a un grupo de color. Pero, y más importante aún, del cual es difícil o casi imposible salir. Eso se muestra dentro de los barrios urbanos viejos. Mucha gente conoce el caso de Estados Unidos, o digamos Nueva York con Little Italy, por ejemplo, pero también hay guetos en Chicago, con un barrio alemán desde hace 150 años, etc. Es decir, que la existencia de guetos es real, y estudios sociológicos han demostrado una acción voluntaria de los dirigentes para impedir que los jóvenes más brillantes vayan a la universidad, porque quieren que se queden para ser líderes del gueto.
En Europa es distinto. En general, hay muchísima menos pobreza en el centro, y, en cambio, hay pobreza en las periferias, pero es imposible, por ejemplo en Francia, hablar de gueto, porque no hay nunca una homogeneidad suficiente. Hay árabes, chinos, negros africanos, etc., pero no son gueto. Hay que evitar la referencia, en el caso europeo, a la expresión gueto.
Los actores principales
A partir de lo expuesto, dos o tres cosas sobre lo que hacen los actores. Comenzaré refiriéndome a los medios de comunicación. Iré al grano. Lo que caracteriza a los medios de comunicación es que van a los dos extremos de lo que he expuesto: la cultura de masas y la diferencia local. También muestran gran interés por lo que llamé sexo desocializado. La característica general es que desocializan los mensajes lo más posible. Para que la emoción vinculada a un accidente o a una catástrofe se difunda, se eliminan los aspectos locales específicos, y se muestra únicamente a una madre que llora a su niño muerto, por poner un ejemplo. Y no solamente sucede en los media, también incluye a una parte de la literatura, de la poesía o del teatro.
Un gran tema recurrente en los sociólogos es la idea de que los media determinan los comportamientos. Creo que es, sencillamente, una idea falsa. La relación es mucho más limitada. Igual que la idea de que la televisión moldea al público, ya que también el público moldea a la televisión. Éste es un aspecto que me parece muy importante, especialmente con relación al Estado cuando participa en la cultura de masas, hace exactamente lo contrario, es decir, el Estado interviene poco en la cultura de masas. Debería intervenir poco, pues debe respetar a las minorías. En cambio sí debe intervenir a través de las leyes y del comportamiento de la administración pública, en referencia a los movimientos minoritarios y a los movimientos comunitarios.
Finalmente, en terreno de agente y no de categoría, existe un tercer elemento, un tercer actor, del cual hablamos todos, en el cual participamos muchos de nosotros, que es el actor asociacionista, las Organizaciones No Gubernamentales, o lo que muchas veces se llama la sociedad civil o sociedad activa, en sentido nuevo. La sociedad civil, básicamente, es un instrumento de acción política para defender temas culturales, de grupo, problemas sociales, etc.
Hemos distinguido, sucintamente, siete tipos de problemas y tres grandes tipos de actores. Ya podemos tener una visión un poco más refinada, un poco más cercana a la realidad.
Identidad y ciudadanía
Ahora vienen los problemas concretos en Europa, que representa, en el ámbito mundial, la fórmula más compleja de todo lo que he dicho. Es decir, seis, siete tipos de minorías, y tres, cuatro tipos de agentes. Si las cruzamos e introducimos variables aparecerán 30, 40 o 50 formas de acción y de sectores de intervención pública y privada. Éste es un dato muy importante. Estamos en Europa, pero en la Europa Occidental y, por tanto, en una situación favorable. No obstante hay un montón de problemas que vamos a mencionar, la Europa Occidental no es una región sin problemas culturales, o sin problemas nacionales, desde Escocia hasta Córcega, pasando por el País Vasco o por Catalunya, etc. De tal manera que nosotros, cuando nos piden nuestra opinión, la respuesta que podemos dar no puede limitarse al “yo estoy a favor del respeto a la minoría o de la integración de la minoría dentro de la mayoría”. Dentro de poco tengo que ir a Amsterdam y quieren que hable sobre el modelo holandés y el modelo francés, que es un modelo totalmente estatal.
El tema que tenemos ante nosotros, y que no es fácil de resolver, es la vinculación de un mundo estatal concentrado en el ámbito europeo con procesos políticos de nivel regional o nacional, que tienen parlamentos, prensa, identidad cultural, etc. Esta vinculación puede realizarse, básicamente, de dos maneras posibles. La primera es la autonomización máxima de los distintos tipos de problemas: autonomización de los problemas culturales, políticos, económicos o estatales, que ahora están localizados en el ámbito europeo.
La otra solución que observamos es insistir en la necesidad de un elemento de integración, o sea, de otro nivel diferente de cada uno de estos niveles, que represente un elemento importante. No me refiero, en absoluto, a una reconstrucción de un conjunto integrado de tipo soviético, chino o japonés, sino a una referencia que sea importante, no dominante, pero sí influyente a todos los niveles. Voy a expresarme de manera más clara tomando el caso francés. En Francia existe una noción que, de hecho, no existe en la mayoría de países europeos, que es la laicidad, la separación completa del Estado respecto a una organización cultural muy poderosa que es la Iglesia Católica, y también respecto a otras Iglesias. Existe, a la vez, un concepto de ciudadanía relativamente abierto. Si comparo Francia con Alemania, para tomar un ejemplo muy conocido, veo que en Alemania, hasta una fecha muy reciente, el turco hijo de turco no podía ser alemán de derecho, no podía recibir la nacionalidad. En Francia, hay más gente que recibe la nacionalidad cada año que nuevos inmigrados. Es decir que, el caso francés, que puede representar en su aspecto más negativo, más caricaturesco, una visión “chauvinista” -la excepción francesa en todo, defender la bandera, etc.-, visto desde la vertiente citada, es avanzado.
Un caso extremo para tomar, y muy importante por tener mucho peso en Europa, es el caso holandés, que ya mencioné. Holanda y los Países Bajos, no fueron nunca un Estado Nación. El papel de Amsterdam fue fundamental en la modernización de Europa, pero es una sociedad, y es una ciudad, que se opuso al imperio multinacional y multicultural austro-español o español-austríaco. Lo que se observa claramente es la fuerza de la autonomía de los grupos culturales, por ejemplo y para citar la cosa de la cual los holandeses están más orgullosos, es el país del cannabis, y hay también desde hace mucho tiempo una gran autonomía de la cultura homosexual y hay, aunque más en Inglaterra, una sociedad comunitaria. En Inglaterra, la organización comunitaria es muy fuerte. Yo, por poner un ejemplo como investigador, quería hacer una investigación comparada entre Francia e Inglaterra sobre un grupo extranjero. En Francia lo hago, en Inglaterra no. Allí tengo que concertar, para estudiar a unos pakistaníes, con un investigador pakistaní. Como ven, no se trata de que un grupo de países son muy centralizadores y otros muy descentralizadores.
Creo que, en el ámbito sociológico, sin buscar la solución perfecta y empleando palabras muy comunes, no hay solución seria que no se base en un reconocimiento de las minorías por parte de la mayoría, y en un reconocimiento de la mayoría por parte de las minorías. Es decir, que me parece difícil que un grupo de gente, de marroquíes, o no importa de donde, llegue a España, llegue a Italia, llegue a Francia, sin darse cuenta que llega a países que tienen una historia, que tuvieron una religión dominante, etc. Me parece difícil aceptar que un niño que va a una escuela en Francia, Italia, etc., no sepa nada de la cultura nacional o de la cultura cristiana o de la cultura de la antigüedad, porque todos los textos, todos los museos, todas las formas culturales elaboradas están llenas de referencias, de la misma manera que es difícil entender muchas cosas en Marruecos, o en Egipto, si uno no se da cuenta de que se vive en una cultura islámica, no islamista, y que esa es la cultura mayoritaria. ¿Cómo combinar ambas cosas? Siendo prudente diría que, para mí, sería una conclusión suficiente decir que cada uno de nuestros países, cada uno de nuestros grupos mayoritarios, estaría muy bien que reconociera a la vez sus deberes y sus derechos. Es por ello que nunca empleo la palabra multiculturalismo que puede ser la cosa más negativa del mundo, del tipo utu-tutsi, a pesar de que los utu y los tutsi son el mismo grupo humano. Prefiero el término “comunicación intercultural”, pues creo que hay una razón muy fundamental para buscar una solución así y es que todos o casi todos, incluso en partes del mundo pobres o aisladas, participamos de muchas y distintas maneras en una economía más o menos internacionalizada, o, como suele decirse, globalizada a partir de tecnologías de producción, tecnologías de consumo, formas de cultura de masas, etc. y, a la vez, cada uno de nosotros, desde un millonario norteamericano a un pobre campesino del altiplano peruano, todos tenemos -no diré raíces culturales- un proyecto cultural que tiene raíces, que tiene creación, que tiene imaginación, o que tiene, digámoslo así, reinterpretación de lo antiguo, para utilizar la expresión del antropólogo. El reconocimiento mutuo es el reconocimiento de cada uno y de cada una, individuos o grupos a combinar siempre y de una manera singular y específica, esta participación en un sistema internacional concreto y el derecho a realizar esta combinación con un discurso del pasado y con un discurso cultural específico.
Vuelvo a la lógica general de lo que dije. Tenemos una fragmentación de los grupos culturales mayoritarios y minoritarios, y también tenemos instituciones, Estados, asociaciones, medios de comunicación…, que son fuerzas de integración. Y todos tenemos el mismo derecho a combinar la especificidad, la singularidad de nuestra experiencia cultural con la participación del mundo de la razón instrumental, para hablar como Marx y Engels. Eso es, a mi parecer, no la comunicación, más bien el reconocimiento, no solamente del otro, sino del otro como a la vez semejante y diferente, semejante, porque todos tenemos que incorporarnos a la misma economía mundial, y diferente, por su idiosincrasia específica.
Quisiera terminar con un tema del que hablé brevemente al comienzo y que es, en mi opinión, el tema central. Lo que se hace en este terreno, necesariamente tiene una influencia decisiva en los demás ámbitos. Me refiero a las relaciones hombres-mujeres. ¿Ustedes recuerdan que durante los últimos decenios no tuvimos un movimiento de mujeres, sino dos?. El movimiento en pro de la igualdad, tipo Simone de Beauvoir, y el movimiento por la singularidad, la autonomía, la diferencia, como sostuvieron las dirigentes más radicales de la época, como Kate Millett. Los dos movimientos consiguieron algo a nivel legalidad, pero desaparecieron después de haber cumplido sus objetivos.
Si ustedes preguntan: ¿las mujeres y los hombres son diferentes o son iguales?. O, si son diferentes, ¿pueden ser iguales?. Los más grandes antropólogos del mundo dicen que si hay diferencia no hay igualdad posible. Jean-Pierre Digard me dijo una vez: “usted está tratando de cuadrar el círculo”. Ahora no hay nadie que diga eso, porque los estudios sociológicos sobre la mujer dicen que a la pregunta: “¿usted quiere ser igual o diferente?”, responden: “quiero ser las dos cosas”. Y ha sido a través de esa conciencia de las mujeres, que se ha creado una solución de combinación obvia: reconocimiento de la diferencia e igualdad de acceso al mundo económico, profesional, etc. Es por eso que mencioné lo de la cultura femenina. Todos los esfuerzos de combinación entre minoría y mayoría; lo que hay de común y lo que hay de diferente, todo eso debe ser entendido a la luz de lo que ya existe, de lo que ya se ha realizado para rediseñar las relaciones entre mujeres y hombres en el mismo mundo, en el mismo país, en el mismo ambiente social.
La idea de unidad social en un país homogéneo es la peor, la más peligrosa orientación que se puede tomar. Es el totalitarismo más horroroso: el de la limpieza étnica en Bosnia, los Grandes Lagos, Sudán y tantos países. No perdamos nuestro tiempo: eso es horroroso, debe ser combatido, y punto. Pero tampoco en el momento actual podemos aceptar la idea de que hay gente que se identifica con valores universalistas, y gente que se identifica con valores particularistas y que, por supuesto, nosotros los europeos somos los universalistas mientras que los indios brasileños o nigerianos son gente encerrada dentro de un mundo particular. Estas dos posiciones no hay que discutirlas, son inaceptables, pues nos llevan en la realidad a cosas tan horrorosas como la eliminación del grupo o el racismo, donde todo cabe solamente en un lado. No hay un modelo extremo de un tipo u otro. Intenté indicar a un nivel ya algo concreto, dos tipos de manera de organizar y estructurar un sistema que tiene una multiplicidad de orientaciones. No veo razón alguna por la cual todos tengamos que ser holandeses, escoceses o polacos. Y aquí termino. Simplemente pido que, primero, se rechace, ante todo, todas las formas de búsqueda de homogeneidad. Segundo, que se reconozca la pluralidad de las formas de cultura minoritaria. Tercero, que todo el mundo acepte la idea de que hay que combinar, de una manera u otra, la participación en un mundo internacionalizado prácticamente económico y tecnológico con la renovación o la creación de proyectos culturales específicos. Y finalmente, y es el punto más concreto, pero que ya supone haber resuelto los grandes problemas, creo que es muy probable que se mantenga una cierta dualidad de modelos entre los países, sean Estados Nación, grupos culturales o regiones, etc. Unos insistirán en la necesidad de mantener una definición de la ciudadanía como vínculo social sin contenido cultural, tipo revolución francesa o revolución americana. Otros, se inclinarán por el modelo que da mucha menos importancia al Estado, incluso en su forma más democrática, y que se define básicamente por la limitación del Estado y por la autonomía de las comunidades. Para hablar según el viejo vocabulario del siglo XVIII, hay una tendencia a John Locke y una tendencia a Jean-Jacques Rousseau, pero ambas se encontraban en la Constitución americana y en la Declaración francesa. Cuando se llega a este punto, el debate se hace bastante civilizado. Creo, no obstante, que los grandes peligros ya quedan algo lejos, actualmente ya no existe el peligro de un totalitarismo cultural, que es tan duro e insoportable como las demás formas de totalitarismo.
Alain Touraine.
Profesor de Sociología en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París (Francia).
Transcripción de la conferencia, no escrita, pronunciada en el “Fórum Europa”. Barcelona, junio de 2001.