José Agustín Goytisolo
Quiero hacer la apología de lo que se ha dado en llamar gresol o crisol, que es, tanto en la industria metalúrgica como en los laboratorios, el sitio o el lugar en donde se funden y se mixturan diferentes metales o materias. Quiero hacer la apología del mestizaje, porque este país ha tenido la fortuna de ser un país-pasillo, un país por donde han cruzado, de norte a sur y de sur a norte, todas las civilizaciones, desde la prehistoria hasta hoy; y todas han dejado su impronta aquí.
Y la mixtura o mezcla no ha sido solo cultural, ha sido mixtura de sangre, es decir, que hablar de una raza catalana, como hablar de una raza cualquiera, como decía Hitler, es una solemne tontería. No existe el concepto raza. Incluso las cuatro grandes razas, la euroasiática, la mongólica, la negroide y la australiana, están puestas en duda por los antropólogos modernos, que dicen que eran ya mixtura de otras razas anteriores. Y así podríamos llegar a eso que se llama homo-sapiens, un poco pedantemente, porque no ha demostrado ser tan sapiens.
El trabajo que un compañero mío, Juan Ramón Masolver, ha hecho para mi libro “Novísima Oda a Barcelona” sobre el origen, procedencia y mutaciones de los apellidos catalanes, me dio la idea de empezar a investigar cuándo se produce el mestizaje en Catalunya y me di cuenta de que aquí, más que en ningún otro lugar de la tierra, el mestizaje se originó desde el principio de la existencia del hombre conocido en esta parte de la península. Hay que empezar, pues, a hablar de esta cuestión desde los orígenes más remotos.
En el Paleolítico, por ejemplo, aparece la mandíbula del Neanderthal, en Banyoles, controvertida pero auténtica. En el Mesolítico y en el Neolítico, en cuevas de Torroella de Montgrí, nos hablan del hombre de Cromagnon, que no quiere decir que sucediera al hombre de Neanderthal; sino que convivieron sin haberse eliminado el uno al otro. Existe la tendencia entre todos nosotros de simplificar las cosas y decir que después de los tal vinieron los cual, como si los otros hubieran desaparecido. No, no es así.
Este Cromagnon deja sus restos en Torroella de Montgrí, como he dicho. Son objetos y útiles, además de sus propios restos, de piedra pulimentada, de hueso y de cuerno. Son origen también de lo que llamaremos los pueblos o poblados ibéricos. En las terrazas del río Ter y el Fluvià se encuentran ya los primeros hallazgos de la Edad del Bronce.
Todos llegaron aquí
Los fenicios llegaron siguiendo la ruta de las islas, las del Egeo, Sicilia y Baleares. Fenicia, como ustedes saben, ocupaba el lugar que hoy corresponde al desgraciado Líbano y sus pobladores eran grandes navegantes que los judíos emplearon, por ejemplo y según la Biblia, para la visita de Salomón a la reina de Saba. Los judíos nunca fueron navegantes y emplearon siempre barcos y dotaciones fenicias.
Los fenicios fundaron en nuestro litoral la ciudad de Rodes, hoy llamada Rosas, y seguramente otros enclaves que se han perdido. Comerciaban con las tribus iberas, tenían gente fija en sus asentamientos y es mucho más que probable que se mezclaran con los Iberos.
Los griegos llegaron aquí no desde Grecia sino desde una colonia griega muy rica llamada Massilia, hoy Marsella, y fundaron Emporión, la actual Ampuries, además de otros enclaves. Comerciaban con el hierro que traían y que aquí no se conocía todavía. Lo cambiaban por otras cosas como vinos, carnes…, lo que podían ofrecer las tribus de aquí. Los griegos también se mezclaron con los iberos en los puntos donde tenían colonias mercantiles.
Es sorprendente saber que en Catalunya, solamente en Catalunya, había cerca de mil poblados, o tribus que correspondían a un poblado ibérico. Los mejores, los mejor conservados y los que más se han estudiado son los de Ullastret, Begur, Hostalric, Montjuic, y tantos otros. Ya digo que eran cerca de un millar de poblados iberos catalanes. Por supuesto, no eran todos ellos de la misma etnia y, por supuesto también peleaban a veces entre sí, o se unían unos contra otros. También practicaban la exogamia. Es decir, el matrimonio de uno de una tribu con otra de otra tribu, etc., lo que puede llamarse mestizaje interior.
Los cartagineses vinieron a sustituir a los fenicios en sus asentamientos. Al principio eran pocos, mas su número aumentó de tal modo que alarmó a los romanos. Cartago firmó con Roma el tratado del Ebro que Asdrúbal rompió. Los cartagineses hacen adeptos entre las tribus iberas de lo que hoy es Catalunya. Reclutan soldados iberos y se instalan en Tarraco.
Con Aníbal, tropas mixtas de cartagineses e iberos deciden avanzar hacia Roma. Hoy se discute si Aníbal y su ejercito cruzaron por el Pertús, o por la Cerdaña. Este avance de Aníbal sobre Roma fue el que propició que los romanos desembarcaran en España, concretamente en Catalunya.
Cneo Escipión toma Emporión el 218 a.d.C; para cortar la retirada a Aníbal, puesto que suponía, luego se confirmó, que Aníbal no llegaría nunca a dominar Roma pese a sus grandes victorias. Los romanos no hicieron solo el desembarco sino que se dirigieron rápidamente hacia el sur, hasta el Ebro. Pactaron con varias tribus costeras y con ellas combatieron a los cartagineses y a las tribus iberas del interior que les habían apoyado. Así aparece la Hispania Citerior con capital en Tarraco.
Tierra de conejos
El origen del nombre Hispania es fenicio y quiere decir “tierra de conejos”. Los romanos llamaron a esa zona, que va desde la frontera pirenáica hasta el Ebro y pasado el Ebro en tierras de Valencia, la Hispania Citerior, la España “cerca de nosotros”. Lo cual supone que el resto de la península no se llamaba Hispania, sino que tenía otros nombres. Los romanos, la llamarían posteriormente la Hispania Ulterior, es decir, la de después. El nombre de Hispania, repito, nace de esa zona de terreno que dominaron los romanos a partir del siglo III a.C.
Los romanos eran verdaderos colonizadores: más que comerciantes eran colonizadores y conquistadores. No existe colonización que no suponga violencia. La hubo, ¡cómo no iba a haberla! Basta recordar a Indíbil, Mandonio, Viriato, Sagunto, Numancia, etc. Como colonizadores se asentaban en las ciudades y pueblos. Los legionarios que habían combatido equis años en el ejército, se asentaron en una tierra y contraían normalmente matrimonio con las mujeres nativas.
Con los romanos llegaron también los judíos; aunque es muy posible que hubiesen llegado ya con los fenicios. Digo esto porque en los primeros enterramientos, tanto romanos como a veces griegos, se han encontrado inscripciones hebreas que demuestran la antigüedad de su implantación en esta tierra que ellos llamaban Sefarad. Todavía hoy los judíos, una parte de los judíos, se denominan sefardíes, o sea españoles.
La colonización romana duró más de seis siglos. Con ella llegó el cristianismo y también las primeras santificaciones, como Eulalia en Barcelona. Las obras de Roma en “Catalunya”, o Hispania Ulterior, fueron ingentes: carreteras, acueductos, circos, teatros, foros, termas, murallas, etc., y sobretodo impusieron su cultura y su idioma, que dio lugar en esta tierra al catalán, a lo que después sería el catalán, y en otras al castellano o al gallego. También son herencia romana el alfabeto, el sistema monetario, el derecho, la forma de vida en el campo y en la ciudad y los elementos básicos de la cocina, aceite, vino y trigo.
Cuando empieza a decaer el imperio romano, se dan las invasiones que se llaman de los bárbaros. En Catalunya, sobretodo, los Vándalos y los Alanos que saquearon la Tarraconensis, en especial la costera. Pero no se detuvieron aquí ni se cruzaron con la gente, cosa que sí hicieron en Andalucía y norte de Africa.
Para pacificar este país y para sustituir, como veremos, el vacío dejado por una Roma en decadencia, entraron en la Hispania Citerior, o sea aquí, en Catalunya, el año 415, los Visigodos y doce años más tarde conquistaron Tarraco, donde establecieron su capital. Ellos sí se mezclaron con los indígenas de nuestra tierra y en verdad parece que substituyeron a los romanos, en plena decadencia, en sus cargos y funciones. Con el tiempo los Visigodos se iberizaron y romanizaron, sobretodo cuando Recaredo abandonó el arrianismo y abrazó el cristianismo, que ya practicaba la población en “Catalunya”. No sólo se cristianizó la Hispania Citerior sino la Ulterior entera.
Por supuesto que ellos se dieron cuenta de que entraban en un lugar en donde existía un idioma y una cultura muy superiores a la de ellos. Ellos eran guerreros y estaban en plena expansión, lo que encontraron aquí les fascinó, les romanizó de tal modo que tomaron el latín como idioma propio y en él se expresaron en sus códigos y leyes. Las primeras leyes que hubo escritas en Catalunya, y referidas a esta zona, están hechas en latín por visigodos, cosa curiosa. Con ellos puede decirse que empezó o casi empezó la Edad Media. Habían pasado ya tres siglos largos desde su llegada y se habían ido debilitando poco a poco.
Los musulmanes
La debilidad del reino visigodo facilitó el cruce del estrecho por los musulmanes el 711 d.C. En tan solo doce años ya estaban en “Catalunya”. Algunas tropas musulmanas continuaron su avance y se adentraron en Francia pero fueron derrotadas en Poitiers y retrocedieron a este lado de los Pirineos.
Con la llegada del Islam se produjo otra gran mezcla, puesto que se estuvieron tiempo aquí. Ellos mismos eran ya unas gentes de aluvión, casi todos magrebís del norte de Africa, conversos que se unían a esas tropas en su avance, y también hay que contar con las conversiones al Islam de muchos cristianos de las zonas ocupadas.
La zona de “Catalunya” era llamada Afrany por los musulmanes que permanecieron al norte del Llobregat poco más de 100 años; en cambio, en lo que después se llamaría “Catalunya-Nova”, del Llobregat hasta Valencia y Aragón, permanecieron más de cuatro siglos. Esta diferencia de años se nota mucho entre una zona y otra. Las diferencias entre las provincias de Lérida y Tarragona y las de Gerona y Barcelona son notables en el habla, en el nombre de los pueblos.
La aportación musulmana fue importantísima. No sólo se mezclaron con la población autóctona sino que enseñaron a esa población nuevas técnicas de cultivo, sobretodo de regadío. Ellos que venían de zonas de desierto, sabían apreciar la riqueza del agua y organizaron una agricultura que no tenía nada que ver con la que existía entonces: su agricultura se basaba en el aprovechamiento del agua y en la mejora de los cultivos por cruces de semillas.
También fue muy notable su aportación en la geometría, a las matemáticas y a la gastronomía. Nombres de herramientas, topónimos, etc. son clara muestra de su presencia. Y vuelvo a repetir que se cruzaron con los habitantes, que ya eran mestizos, de este territorio, en el que consiguieron muchas conversiones al mahometanismo.
Naturalmente la historia no se detiene nunca. Solapándose con lo que estaba pasando, sobretodo en la Catalunya Nueva, surgen los Condados Catalanes. Se forman por decisión de Carlomagno como frontera, o marca con el Islam, de ahí el nombre de Marca Hispánica que el conjunto de Condados recibiera. Fueron, pues, los francos, o sea, los carolingios, quienes hicieron la reconquista aquí, para evitar un nuevo intento de conquista de su reino por el Islam.
Vemos también como el nombre de Hispania sigue vivo en tiempos de Carlomagno y se llama Marca Hispánica al territorio conquistado. Yo me asombro cuando algunos catalanes hablan mal de España y en realidad están hablando mal de un nombre que tuvo su origen aquí, y es absolutamente demostrable que fue así.
Un nuevo ciclo de mestizaje
Ludovico Pío tomó Barcelona el 801 d.C. El primer conde de Barcelona se llamó Bera, y sus sucesores, por más de 50 años, fueron condes francos. Naturalmente, con los francos se inicia un nuevo ciclo de mestizaje. Luego, vino un conde de origen visigodo, que tiene para nosotros mucha importancia, se llamó Jofre el Pelós, o sea Vifredo el Velloso. Después de él, todos los condes habían nacido aquí, me refiero a los Borrell, a los Sunyer, etc.
El mestizaje se dispara, sobretodo en la Catalunya Norte, en la “Catalunya Vella”, la que va de la frontera hasta el Llobregat, en la que empieza a implantarse el feudalismo, mucho más duro que en el resto de “España”. El feudalismo duró mucho más y fue más cruel en la “Catalunya Vella” que en la “Catalunya Nova”. El mestizaje, durante esta etapa, se explica, por la “catalanización” o impregnación del sustrato ya muy mestizo que había aquí.
Por la ampliación e importancia del Condado de Barcelona se produce un mestizaje producto de la movilidad de las fronteras interiores y exteriores de esa Marca Hispánica que todavía no se llamaba Catalunya. Todo este proceso dura aproximadamente trescientos años, desde Berenguer Ramón I hasta Ramón Berenguer IV. A partir de aquí cambia y toma un sesgo nuevo la historia de este país.
Catalunya entonces, aún no se llamaba Catalunya sino Condado de Barcelona. Aún en la boda de Ramón Berenguer IV aparece la denominación de Condado de Barcelona. El matrimonio se realiza entre la hija del rey de Aragón, Petronila, y el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, entonces se forma la Corona de Aragón.
Al hilo de este matrimonio hagamos notar una cosa curiosa. Mucha gente se pregunta por qué a este país se le llama, o le llamamos a veces, el Principat o el Principado. Pues bien, es porque Ramón Berenguer IV, rey consorte de Petronila o Petronella, no se firmó nunca “Jo el Rei”, ni “Yo el Rey” porque no podía, porque todavía vivía Ramiro el Monje que, aunque retirado a un convento, no había abdicado. En todos los documentos en los que aparece la firma de Ramón Berenguer pone “Jo el Princep” o “Yo el Príncipe”. La denominación de principado parte de la firma de este hombre y sus sucesores.
La alianza con la corona de Aragón facilitó la mezcla con los aragoneses, sobretodo en la “Banda de Ponent”. Las sucesivas conquistas de territorios en la “Catalunya Nova”, en donde dominaban los musulmanes, provocaron nuevos mestizajes y posteriormente con Jaume el Conqueridor, en Valencia y Baleares. Catalanes y aragoneses se mezclaron también con las gentes de Sicilia, Nápoles y Cerdeña.
Los “pagesos de Remensa”
La muerte sin hijos de Martín el Humano y el subsiguiente compromiso de Caspe, pusieron al frente de la Corona de Aragón a Fernando de Antequera, que a través de su hijo Juan II castellanizó, en parte, Catalunya. Su descendiente Fernando casó con Isabel de Castilla y firmó la sentencia de Guadalupe que daba la libertad a los Remenses frente a los que dominaban la Generalitat: La Biga.
Estos “pagesos de Remensa” dejaron sus tierras, a las que habían estado atados, y emigraron a las ciudades, sobretodo a Barcelona, y llevaron su folklore, sus canciones y su manera de hablar, con lo que se produjo un nuevo mestizaje interior.
Voy a pasar rápidamente sobre los Austrias y los Borbones. La caída de Constantinopla en poder de los turcos terminó con el comercio catalán y, por lo tanto, con su riqueza. La población disminuyó por pestes y hambrunas. La política centralista y los abusivos impuestos que el Conde Duque de Olivares impuso a nuestra tierra y a su empobrecida población, motivaron, en 1640, el “Corpus de sang” famoso, donde las gentes se rebelaron contra el Virrey, dándole muerte. Inmediatamente siguió la guerra de Secesión, durante la cual un canónigo, Pau Clarís, que era presidente de la Generalitat, declaró quizás un poco precipitadamente la República Catalana. Esto terminó mal para Catalunya, pésimamente mal, porque Pau Clarís entregó el principado a Francia. Tras la guerra hispano-francesa, Catalunya volvió a formar parte de España, y Francia se quedó con el Rosellón. Todas las guerras son malas pero las que se pierden son aún peor.
La presencia, la influencia francesa y por tanto el mestizaje, se mantiene, aunque con altibajos, a lo largo del tiempo en Catalunya. Las guerras de religión francesas, por ejemplo, provocan oleadas de emigración hacia Catalunya, muy especialmente en los siglos XVI y XVII. A mediados de este siglo, alguna comarca, como el Maresme, tenía una proporción de habitantes procedentes de Francia que superaba el 25%.
Durante esta etapa se dio una progresiva castellanización de Catalunya: los nobles, los intelectuales y una parte de la población, debido la presencia de funcionarios y de tropas castellanas, y no tanto en los pueblos como en las grandes ciudades, sobretodo en Barcelona. Es decir, antes de llegar a 1714. Desde el siglo XV y parte del XVI, que fue el período de apogeo de las letras catalanas -en Catalunya, Valencia y Mallorca- y hasta la Renaixença, el catalán desaparece prácticamente como lengua literaria, aunque el pueblo lo siga hablando. Esto ocurrió, pues, antes de que lo prohibiera Felipe V en el Decreto de Nueva Planta. Ya antes, por influencia de los Austrias y la corte, y también de la burguesía catalana, cuyos intereses casi siempre han estado contrapuestos a los del pueblo, se dio esta situación.
La periferia se enriquece
Desde finales del XVII, Catalunya y la periferia de España se enriquecen, mientras el interior sufre una paulatina decadencia y despoblación. En cambio Castilla, que era la que había disfrutado del oro y de las riquezas de las Indias, vetadas a Catalunya, empieza a empobrecerse. Comienzan a hacer talas abusivas de árboles, a dejar las tierras en barbecho, y a vivir como hidalgos arruinados. Todavía hoy, si ponéis la punta de un compás en el centro de Madrid y trazáis un círculo de 200 Kms. alrededor, ese es el círculo de la miseria de España.
La Guerra de Sucesión y la derrota de las fuerzas catalanas que apoyaban al Archiduque de Austria, frente a los partidarios de Felipe de Borbón, significó la pérdida de nuestras “Lleis e Institucions y la proscipción de la lengua catalana en los documentos, en la enseñanza y en las predicaciones religiosas.
Pero Catalunya se rehace: al abrirse el puerto de Barcelona al comercio con América, llegan nuevos inmigrantes. Por el abundante trabajo que hay en los astilleros, en los talleres en los que se hacían botas para transportar los aguardientes y vinos hubo una oleada de inmigración, sobretodo a Barcelona y al Maresme, de mano de obra del resto de la península, aragoneses, valencianos, genoveses, sicilianos, rosellonenses, etc. Estos nuevos ciudadanos trajeron sus costumbres y su cultura y se mezclaron con la población de aquí. Muchos de sus apellidos podemos rastrearlos entre los actuales.
A finales del siglo XVIII y durante todo el XIX se dispara la industrialización en Catalunya. Tiene como mercado el del interior de España y de los territorios españoles ultramarinos. Telas, vinos, aguardientes, frutos secos, hierro forjado… Todo esto requiere nueva mano de obra que es, la de este período, del interior, es decir de los pueblos de Catalunya a las ciudades. Costumbres y folklore campesino se introducen en las ciudades, principalmente en Barcelona que es la que más crece a expensas del campo y de otras regiones, especialmente Aragón, para la exposición de 1888.
Anteriormente las dos guerras carlistas provocaron desplazamientos interiores de población como ocurrió después con las guerras de Cuba. Total, un siglo de auge catalán, auge de su lengua casi perdida en las ciudades, aunque no en los pueblos.
La instalación del primer tren de la península, la línea Mataró-Barcelona, atrae una nueva oleada de inmigrantes. La “Renaixença” y el modernismo marcan la vida cultural de finales del siglo XIX. Catalunya es entonces una sociedad en la que el bilingüismo sin tensiones es práctica habitual en la vida cotidiana y con normalidad se produce la catalanización de los sucesivos inmigrantes, valencianos, aragoneses y murcianos.
Ya en este siglo, se suceden las luchas obreras, la Semana Trágica, la dictadura de Primo de Ribera, la Segunda República, el Bienio Negro, el Frente Popular y la Guerra Civil. Parecía que el mestizaje iba a terminar aquí pero ocurrió todo lo contrario.
El general Franco, que volvió a prohibir el catalán, se apoyó, sin embargo, en la burguesía catalana que, desde finales de los años 50, promovió un aumento de industrias e infraestructuras que necesitaban mano de obra. Los inmigrantes fueron entonces, y en su mayor parte, andaluces, extremeños y murcianos, y en menor número gallegos y castellanos. Todos llegaron aquí con sus culturas y costumbres, lenguas y rasgos dialectales. Se catalanizaron, al menos en su segunda generación, se cruzaron con catalanes y catalanas, y aquí sí que puede decirse que Catalunya fue, más que nunca, un auténtico crisol de culturas.
Los nuevos inmigrantes
Hoy día, y pese a haber más de 3.000.000 de parados, de los cuales casi una cuarta parte pertenecen a Catalunya, están llegando nuevos inmigrantes, legal o ilegalmente. Son sus países de origen, son entre otros, Marruecos, Argelia, Tunicia, Senegal, Nigeria, Gambia, Costa de Marfil y Filipinas.
Párrafo aparte merecen los llegados de América latina, pues su condición es casi siempre legal, y su nivel social bastante más alto: casi todos ellos lo son por motivos políticos, y últimamente de hambrunas: República Dominicana, Perú…
Se ha dado recientemente movimientos de tipo racista, con la excusa de que tales inmigrantes vienen a quitarles el puesto de trabajo a los catalanes, cosa que no es cierta ya que ninguna mujer en Catalunya quiere ser “chica de servicio” o criada, y ningún catalán acepta los trabajos duros y mal pagados de la recolección de frutos y otros trabajos agrícolas.
Acabo con una referencia a un colectivo muy nuestro que desde hace centenares de años sigue sufriendo discriminación, malos tratos y marginación. Me refiero a los gitanos, especialmente a los gitanos catalanes cuyo caló forma parte de nuestra cultura, lo mismo que la rumbita catalana, o el garrotín de Lleida.
Para que Catalunya siga siendo un auténtico crisol de culturas, no es suficiente que se hayan incorporado folclores, modas, gastronomía o música a la cultura ya existente. Es necesario aceptar la cultura de los nuevos y viejos inmigrantes (judíos, gitanos, europeos…) con más amplitud y generosidad que nunca: aquí hace mucho tiempo que desapareció el Tribunal de la Inquisición, y desde entonces Catalunya ha sido, y debe seguir siendo, la patria y el hogar de todos los que aquí convivimos.
José Agustín Goytisolo
Poeta.
El artículo es la transcripción de la conferencia pronunciada por el poeta con motivo de la presentación de la “Fundació Gresol Cultural” el día 20 de abril de 1994 en el Espai Cultural Tecla Sala de la ciudad de L’Hospitalet. Sea su publicación nuestro homenaje y recuerdo.